Todas las enfermedades mentales tienen esta misma causa

UNA FASCINANTE TEORÍA PODRÍA EXPLICAR EL ORIGEN DE LA MAYORÍA DE LAS ENFERMEDADES MENTALES

La facultad de controlar una atención inquieta una y otra vez es la raíz misma del juicio, el carácter y la voluntad… Una educación que aumente esta facultad sería la educación por excelencia.
-William James

David Kessler parece saber de lo que habla. Antes fue comisionado de la FDA (Food and Drug Administration) y tiene evidentemente mucha experiencia tratando con adicciones y los efectos psicotrópicos de diferentes sustancias. En su nuevo libro Capture propone una teoría unificada de las enfermedades mentales, con base en un análisis histórico de diferentes casos y personajes que han padecido diferentes enfermedades mentales y adicciones. Kessler considera que en todos los casos existe un proceso neurológico en común, al cual llama “captura” y define como una atención selectiva que se enfoca –muchas veces obsesivamente– en uno o en una serie de estímulos y no en otros (en los millones de estímulos que nos bombardean cada instante). Es decir, algo nos captura y esto echa andar un circuito de respuestas neuronales que con el tiempo se convierten en una enfermedad. Esto sugiere que una enfermedad mental es, sobre todo, una forma de ver el mundo, una perspectiva que al reforzarse, al fijarse obsesivamente y recibir el peso de una atención psíquica constante, nos encasilla y encierra en un estado determinado (y por el peso y la presión nerviosa hace que se desgaste la estructura cerebral). Esta perspectiva altamente selectiva suele ser desequilibrada, pero no es el resultado de un desequilibrio o un desbalance químico del cerebro, sino es esta tendencia la cual al reproducirse tiene efectos químicos en el cerebro (en esto Kessler propone una teoría radicalmente divergente de lo que la medicina moderna supone).

Algunos ejemplos de cómo sucede esto. Te encuentras trabajando en tu casa y en la calle ubicas el ruido relativamente que quedo de una persona reparando una instalación eléctrica, un zumbido. Tu mente no deja de atender a ese sonido y después de un rato domina completamente el espacio, no puedes dejar de escucharlo y no puedes concentrarte en tu trabajo. Hay miles de otros sonidos, los pájaros, la música de la otra casa, los autos, etc., pero no puedes resistir fijarte en ese zumbido eléctrico que además te produce tanta ansiedad. Otro ejemplo: un día concluyes que tienes un gran defecto y simplemente no puedes hacer las cosas, tiendes siempre a procrastinar, por alguna razón, quizás genética o simplemente un hábito tan arraigado que es parte de tu naturaleza ya, tienes una pereza permanente, abulia, una debilidad de carácter. Todos los días cuando te levantas y quieres hacer algo –eso que sabes te puede hacer sentir mejor—no lo haces porque no tienes la fuerza de voluntad, no eres suficientemente bueno. Eso sí, pasas el día dedicándole mucha energía a pensar en qué sucedería si hicieras eso y si tuvieras aquello necesario para hacer las cosas, eso que no tienes. Un círculo vicioso: un circuito o un bucle neural de retroalimentación negativa.

Un ejemplo en el sentido opuesto. Alguien dice algo sobre ti que toca una fibra especialmente sensible. Generalmente esto te produce enojo, estrés, desconsuelo. El enojo suele convertirse en un dolor de cabeza al final del día, en un aturdimiento, en un estado mental que te impide ser productivo y afecta todas tus relaciones. Sin embargo, esta vez en vez de reaccionar lo dejas pasar, lo observas y reconoces pero no te genera ningún apego, la situación surge y prontamente desaparece puesto que no la has subrayado con tu atención. El enojo no ocurre, tu mente no se estresa, no queda registro de este evento, sigues con tu quehacer notando otras cosas que igualmente surgen y llaman tu atención pero desaparecen igualmente cuando no les das importancia específica.

Kessler señala que la “captura” opera a través de tres elementos básicos: “hace más estrecha la atención, una percepción de no tener control, y un cambio afectivo o emocional”. De esta forma lo que capturamos va esculpiendo nuestra mente y puede llevarnos a una enfermedad neurodegenerativa, a un comportamiento compulsivo y a un estado general de ansiedad y depresión. Sin embargo, la captura necesariamente tiene también un aspecto positivo (en realidad es neutral, dice Kessler) y este foco de atención reducido puede tener también un efecto magnificante para sacarnos adelante, como ha sido el caso de personas que han logrado imponerse a enfermedades (como Winston Churchill) o como es el caso de personas que se apoyan en la espiritualidad.

Todos los mecanismos con los que se tratan las enfermedades mentales, explica Kessler, actúan a través de una selección dirigida de la atención: “lo que las drogas hacen es que disminuyen mi actividad y siento menos, la psicoterapia hace que vea la vida de forma distinta para que algo distinto capture mi atención, la espiritualidad hace que me desapegue de los estímulos”. Esto es una forma un tanto reduccionista de explicar cómo operan estos métodos, pero ciertamente tiene algo de cierto. Las drogas que se toman para tratar la depresión, por ejemplo, tienen los efectos de hacernos sentir menos e incluso llegan a producir problemas para tener erecciones u orgasmos; la psicoterapia suele ser una forma de encauzar la atención hacia una perspectiva en la cual el paciente pueda integrar las obsesiones y ansiedades que lo asedian; al final de cuentas es fundamentalmente una forma de incidir en cómo vemos y en qué vemos; filosofías como el budismo, por ejemplo, sugieren que todas las cosas son impermanentes, y por lo tanto no tiene sentido reaccionar y formar apegos (ya que seguramente sufriremos si lo hacemos); el budismo esgrime una forma distinta de capturar la realidad, de hecho postulando la no captura como esencia de salud y libertad.

El mismo mecanismo psicodinámico opera en todos los casos que distintivamente van moldeando nuestras mentes, esto es un circuito de neuronas que “habiendo disparado juntas, se conectan”, “lo que nos captura es el resultado de capturas previas”, dice Kessler. Así tenemos una especie de cristalización o concentración de un proceso emocional o de un programa cognitivo (ese repetirnos que somos así o que el mundo es así), el cual se convierte en un circuito neuroquímico que corre constantemente o con alta frecuencia, con un sello neural distintivo de hormonas y sustancias químicas. He ahí un cuadro como la depresión, el trastorno obsesivo-compulsivo o la adicción, etcétera.

La realidad, sugiere la teoría de Kessler, es experimentada a partir de nuestra selección de un paquete limitado de estímulos dentro de una plétora innumerable, e inabarcable para nuestra percepción, de estímulos. Esta selección está ocurriendo todos los instantes, pero nuestra mente tiene una tendencia altamente selectiva, que fácilmente lleva a la obsesión, y decide enfocarse en una serie muy estrecha de pensamientos, memorias y concepciones que alguna vez fueron estímulos presentes, pero que hemos convertido en una realidad fantasma constantemente reproducida y superpuesta sobre la realidad de los estímulos directos.

Por último me parece que la teoría de Kessler tiene importantes paralelos con la filosofía de Buda y su noción de la formación de agregados y fabricaciones volitivas que constituyen de alguna manera la sustancia misma del sufrimiento. Kessler dice que el origen de todo el sufrimiento mental es una atención endeble que se vuelve víctima de sus propios deseos y obsesiones, hasta el punto de enmarañarse y paralizarse en una serie de hábitos. Las “capturas” que hacemos a su vez nos capturan. La doctrina de las cuatro nobles verdades de Buda parte de la realización de que el mundo es sufrimiento (dukha), y que el origen del sufrimiento es el deseo y el apego a las cosas placenteras y desagradables. En la enseñanza de los 12 nidanas el budismo explica que la ignorancia de que todas las cosas son impermanentes (anicca) produce construcciones o fabricaciones volitivas (sankharas), que son deseo de tener o sentir esta u otra sensación. En ciertos contextos, los sankharas pueden entenderse de manera equivalente al karma; tenemos entonces que el sufrimiento, que es el resultado de la avidez o la aversión que generan las cosas (que son impermanentes), persiste a través de una formación o un compuesto inicialmente producido por la mente pero que se fija en el cuerpo como una especie de nudo y memoria que puede permanecer en un nivel inconsciente. El cuerpo y sus lastres, nuestro karma y nuestras obstrucciones, los hábitos a los cuales estamos aferrados y el sufrimiento que generamos al reproducirlo serían solamente el edificio –de solidez y realidad ilusoria– generado por estos sankharas, por este agregado de capturas… capturas sobre capturas, deseos sobre deseos.

El sankhara como un mal hábito pero también como un proceso neuronal reiterativo se alimenta y se mantiene como una sustancia compuesta en el cuerpo por la atención que le seguimos otorgando, la energía psíquica del deseo que sigue fijando, como un esmalte, este deseo mental y haciendo que se reproduzca. Estos sankharas serían las semillas de todas las enfermedades (no sólo mentales, según la visión budista), las cuales crecen en la medida que reciben nutrimento, una especie de agua y sol psíquico que puede proveer solamente la atención, el aferramiento de la mente, muchas de las veces el cual puede ocurrir de tal forma que, paradójicamente, debido a su constancia, se escape de nuestra atención consciente. Un reforzamiento que puede estar ocurriendo con cada percepción y pensamiento sin que el sujeto tenga noción clara de que está vitalizando su propia enfermedad.

En el Maha-satipatthana Sutta se enseña que la liberación de estos compuestos, de estas fabricaciones mentales anquilosadas, es posible a través de un acto de observación (mindfulness) en el cual una persona observa las sensaciones que surgen, pero no se aferra a ellas y así observa también su originación dependiente (su carencia de esencia) y su impermanencia. Una vez que una persona entiende que aquello que deseamos es impermanente y no tiene sustancia, entonces cuando se presenta (aquello que suele capturar nuestra atención), no existe impulso o deseode poseer o perseguir esa cosa y entonces el sankhara entra en un proceso de surgir y desaparecer y se desarrolla una ecuanimidad. El nirvana, de hecho, es descrito como el estado libre de formaciones o construcciones, un estado sin sankhkaras, un estado libre, es decir, sin captura, en el que todo pasa y todo se observa con delicia y ligereza, pero nada se coagula o cristaliza.

De todo lo anterior podemos avanzar una noción que me parece importante. Como señalan los antiguos textos budistas e hinduistas, la mente es en su naturaleza bruta un elefante salvaje y cuando se deja ir sin brida suele destruir, como un elefante, todo lo que toca. La energía mental, al estar focalizada por la atención obsesiva, como un rayo de Sol en una lupa, llega a quemar y lastimar aquello a lo cual se dirige. Por eso es fundamental entrenar la mente a que se tranquilice y relaje (domar al elefante), de otra forma la energía que dirige y la energía que gasta es demasiada (¡su poder es verdaderamente enorme!). Fácilmente podemos dejar que nos atrape la mente, una mente veleidosa y tiránica, que en vez de cumplir su función de ser una herramienta, una especie de altamente sofisticado secretario, asume una realidad hegemónica, monolítica y monomaníaca. Hasta la fecha creo que el ser humano no ha ideado una mejor técnica para fomentar la relajación de la mente y esa capacidad que celebró el psicólogo William James como la marca del genio, el poder dirigir la atención a voluntad, que la meditación, la disciplina de concentración y purificación de la mente. Si Kessler está en lo correcto y todas las enfermedades mentales (o al menos muchas) están relacionadas con este proceso de captura –una captura que tiende a procesos negativos, a fijaciones incontrolables– entonces seguramente tenemos en la meditación una forma de tratamiento milenario, probado y altamente efectivo, especialmente cuando puede utilizarse de manera preventiva. Captura tu atención antes de que ella te capture a ti.

Fuente: http://bit.ly/2hKrVEs

El embarazo cambia el cerebro de la madre

La gestación reduce la materia gris de varias áreas mejorando la empatía con el hijo

El cerebro de las mujeres embarazadas cambia, literalmente. Un estudio muestra por primera vez que la materia gris de las gestantes se reduce en áreas relacionadas con la empatía. Esta poda en las conexiones neuronales de la madre optimizaría determinadas funciones, como interpretar los estados mentales del hijo o anticipar posibles amenazas del entorno. Los cambios, no percibidos en los padres, se mantienen dos años después del parto.

A 25 mujeres les realizaron una resonancia magnética en el cerebro antes de quedarse embarazadas y después de tener al bebé. Los investigadores también escanearon la cabeza de los futuros padres. Como grupo de control, también tomaron imágenes de los cerebros de una veintena de mujeres y otro tanto de hombres que no habían tenido hijos.

El estudio, publicado en la revista Nature Neuroscience, desvela profundos cambios físicos en el cerebro de todas las mujeres durante el embarazo. En particular, detectó una marcada disminución de la sustancia gris en determinadas áreas de la corteza cerebral y no en otras. Las imágenes mostraron esa retirada de conexiones neuronales en zonas que los científicos relacionan con la cognición social, con la habilidad humana de ponerse en el lugar de los demás, de anticiparse a sus intenciones, de leer la mente del otro, es decir, de empatizar. Pero retirada no significa pérdida.

El cerebro de los padres no mostró ningún cambio en las áreas estudiadas

«A mayor eficacia cognitiva, menos sustancia gris. Es lo que llamamos poda adaptativa», dice el investigador de Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y coautor de la investigación, Óscar Vilarroya. Este proceso de poda recuerda mucho a otro momento de la vida donde se desata otra tormenta hormonal: la adolescencia. «Los niños tienen más materia gris y en su paso a la adolescencia pierden conexiones neuronales», recuerda Vilarroya.

La investigación mostró que esa reducción no va en detrimento de las habilidades cognitivas de las madres. Las gestantes obtuvieron la misma puntuación en varios test que las mujeres del grupo de control. «Lo que hace la poda es optimizar las conexiones neuronales», sostiene la investigadora de la Universidad Carlos III y del hospital Gregorio Marañón, Susanna Carmona, también coautora del estudio.

Las áreas del cerebro que más cambian durante el embarazo. Las áreas del cerebro que más cambian durante el embarazo. Óscar Vilarroya

Esta disminución de la materia gris solo es cosa de madres. Las imágenes del cerebro de los padres no mostraban diferencias ni respecto de las de los otros hombres ni con las que les tomaron antes de ser padres. También comprobaron que las áreas que habían perdido más sustancia gris eran las que se activaban cuando una madre veía imágenes de su hijo pero no cuando contemplaba fotografías de otros niños.

Ambos hechos llevan a los investigadores a apostar por una conexión entre la hormonas, cambios físicos y cambios funcionales. «La inundación de hormonas que proceden del feto cambia el cuerpo y cambia también el cerebro», opina Carmona.

Se trataría de un mecanismo adaptativo para que el pequeño tenga todas las de ganar. Como dice la coautora Erika Barba, también de la UAB, «los cambios en el cerebro afectan a áreas asociadas con funciones necesarias para gestionar los retos de la maternidad». En esa línea podría ir otro de los resultados de esta investigación pionera: Dos años después del nacimiento, la mayoría de las madres se sometieron de nuevo al escáner cerebral. En todas, los cambios seguían ahí.

 

http://elpais.com/elpais/2016/12/19/ciencia/1482143576_514982.html

Visualización del cerebro en movimiento

Neuronas espejo en el aula

Estamos en un punto en el que los resultados de la neurociencia pueden ejercer una influencia significativa en la sociedad y en nuestra comprensión de nosotros mismos, y cambiarlas.

Marco Iacoboni

Cuenta V. S. Ramachandran la historia de un paciente suyo que había perdido la mano en la primera guerra del Golfo. Como pasaba en situaciones semejantes, al tocarle la cara era capaz de sentir la mano fantasma. Al hacerle mirar a otra persona a la que Ramachandran acariciaba y daba golpecitos en la mano, el paciente exclamó que sentía en la mano fantasma las acciones que estaba observando. Examinando a otros pacientes, se observó el mismo efecto y, no solo eso, sino que también algunos de ellos sintieron alivio en el miembro fantasma al observar a otra persona que estaba recibiendo un masaje en la misma zona corporal (Ramachandran, 2012). ¿Puede que lo único que separe nuestra conciencia de la del otro sea simplemente la piel? Para el ingenioso neurocientífico, lo que nos permite estar conectados con otros, salvaguardando nuestra individualidad, es la interacción dinámica entre señales de circuitos frontales inhibitorios, un tipo de neuronas especiales (tanto frontales como parietales) y señales nulas de nuestros receptores en la piel y las articulaciones de la mano. Estas neuronas son las neuronas espejo.

Las neuronas espejo fueron descubiertas en 1991 por el grupo de investigación dirigido por Giacomo Rizzolatti al estudiar el cerebro de monos macacos. Estas células cerebrales especiales ubicadas en la corteza premotora (posteriormente, se observaron también en el lóbulo parietal) tenían la particularidad de que se activaban, no sólo cuando el mono cogía un objeto, sino también cuando observaba la misma acción en una persona o en otro mono. Su presencia en el cerebro humano ha sido demostrada tomando registros en neuronas de pacientes humanos (Iacoboni, 2006; Rizzolatti, 2004) y constituyen la explicación, desde la perspectiva neurobiológica, de las formas complejas que caracterizan a nuestros pensamientos y relaciones.

Las neuronas espejo constituyen el sustrato cerebral de la tendencia automática a imitar que nos caracteriza a los seres humanos, permitiendo a nuestro cerebro correlacionar acciones propias con ajenas y dotarlas de un significado (las regiones motoras de la corteza cerebral no se dedican sólo a tareas ejecutivas como se creía antes, “el cerebro que actúa es un cerebro que comprende”, como afirma Rizzolatti). Con las neuronas espejo podemos entender a los demás y nos vinculan desde el punto de vista mental y emocional (Iacoboni, 2009). Se cree, además, que fueron fundamentales en la evolución del lenguaje, dado que permiten imitar las vocalizaciones de los demás e interpretar sus intenciones (ver figura 1), por lo que si añadimos al lenguaje el aprendizaje por imitación obtenemos la cultura que nos hace humanos. Desde la perspectiva educativa, la importancia de todos estos factores es indudable, en especial lo referente a la cognición social.

Interpretación de la acción por las neuronas espejo

Imitación

Dos tipos de imitación con intenciones diferentes:

1. El profesor está explicando el proceso de resolución de un problema de forma metódica en clase. Un alumno, cuyas creencias son negativas respecto a su desempeño en la materia en cuestión, se siente más seguro siguiendo ese tipo de resolución analítica y ordenada, por lo que es capaz de replicar ese procedimiento en situaciones semejantes. Existe un referente.

2. El profesor está explicando el proceso de resolución de un problema de forma desorganizada. Un alumno, cuyas creencias son negativas respecto a su desempeño en la materia en cuestión, se siente desmotivado y se niega a seguir las directrices marcadas por el docente. Se niega al referente.

En un estudio anterior al descubrimiento de las neuronas espejo, al analizar las posturas de estudiantes y maestros en horas de clase habituales, se demostró que cuanto mayor era la afinidad entre el profesor y sus alumnos éstos imitaban inconscientemente más la postura de aquéllos (Iacoboni, 2009). En concreto, predominaban más las posturas especulares (brazo derecho del maestro, brazo izquierdo del alumno) en lugar de las mímicas (brazos idénticos). Respecto al aprendizaje, está claro que se facilita a través de la observación porque las neuronas espejo permiten al cerebro estar preparado para imitar la acción observada (gran intuición la de Confucio: Me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí). Afortunadamente, el lóbulo frontal de nuestro cerebro actúa de inhibidor y nos evita imitar todo aquello que observamos, aunque su lento proceso de maduración nos ha de permitir poder justificar ciertos comportamientos, especialmente entre los adolescentes, asociados a la falta de autocontrol.

Desde la perspectiva educativa, es evidente que la imitación ha de ser complementada por la creatividad para que el aprendizaje sea efectivo.

Empatía

Dos caras de la empatía:

1. El profesor entra sonriente y con energía en el aula. Explica historias con entusiasmo y se genera un clima emocional positivo. Los alumnos sienten que es consciente de sus necesidades, participan, están motivados y sonríen. Incluso cuando reciben reprobaciones perciben un tono afectuoso. Se respira entusiasmo.

2. El profesor entra cabizbajo y resoplando en el aula. Explica nervioso y tenso, con lo que se genera un clima de desconfianza. Los alumnos desconectan, no participan y resoplan. Reciben reprobaciones con sarcasmo. Se respira inseguridad.

El estado emocional del aula depende del profesor. Las investigaciones al respecto han demostrado que la comunicación no verbal, especialmente las expresiones faciales, permiten a los alumnos valorar, en muy poco tiempo, al docente que están observando (Ambady y Rosenthal, 1993). De forma automática, las neuronas espejo nos permiten comprender las intenciones y sentimientos de las emociones de los otros realizando una simulación de la expresión facial observada y conectando con el sistema límbico (el “cerebro emocional”) a través de la ínsula (ver figura 2). Como esta región cerebral se encarga de representar los estados internos de nuestro cuerpo, son los circuitos cerebrales que utilizamos para el autoconocimiento los mismos que nos permiten entender a los demás. Esto explica la correlación encontrada entre los niños más empáticos y con mayor competencia interpersonal al observar e imitar expresiones faciales con la activación del sistema de las neuronas espejo, junto a la ínsula y la amígdala (Pfeifer et al., 2008).

Autoconciencia y empatía

Gestos y lenguaje

Gestos diferentes:

1. Al enseñar la ecuación 2 + 3 = x + 1, el maestro acompaña su explicación con gestos manuales que consisten en señalar los números del miembro de la izquierda, pararse al llegar al igual y señalar, a continuación, los números del miembro de la derecha.

2. Al enseñar la ecuación 2 + 3 = x + 1, el maestro acompaña su explicación con gestos manuales que consisten en ir señalando, de forma seguida, cada número de ambos lados de la ecuación (al coincidir esos gestos con los que utilizan los niños al realizar una suma, no sería extraño escuchar como respuesta el valor 6).

Los gestos adecuados facilitan el aprendizaje y, con el lenguaje, forman parte de un mismo sistema (las personas ciegas de nacimiento gesticulan cuando hablan). En experimentos en los que se pide a los participantes que observen una historia y que narren después lo que sucede, se ha demostrado que las neuronas espejo se activan de forma selectiva ante los gestos que acompañan las explicaciones en detrimento de los gestos que no las reflejan (por ejemplo, el típico movimiento de manos cuando se habla), es decir, hay un claro interés por los gestos que son importantes en las interacciones entre personas (Iacoboni, 2009).

En consonancia con la idea de que las neuronas espejo jugaron un papel importante en el desarrollo del lenguaje, se descubrieron en una zona del cerebro del mono que es la homóloga al área de Broca (ver figura 3), una de las principales áreas lingüísticas del cerebro humano. Y esta región se activa durante la imitación y la observación de la acción.

Neuronas espejo en el cerebro del mono y en el del hombre

Intuición y conexión social

Dos extremos de la intuición social:

1. El profesor advierte cómo la actitud inquieta de un alumno en clase está resultando molesta para algún compañero, por lo que fija la mirada en él y cambia su tono de voz. El alumno cambia su comportamiento.

2. En la misma situación que la anterior, otro alumno continúa con su comportamiento disruptivo.

Richard Davidson considera la intuición social como una de las características básicas del perfil emocional de nuestro cerebro (Davidson y Begley, 2012). Adaptando un cuestionario sugerido por Davidson (Test de intuición social), lo propusimos a dos grupos de alumnos del bachillerato de ciencias (el primero de 24 alumnos y el segundo de 22) obteniendo los siguientes resultados:

Test de intuición social

Siguiendo las directrices marcadas en el documento, las puntuaciones menores o iguales que tres muestran un perfil de más baja intuición, por lo que debemos ser con estos alumnos especialmente sensibles en nuestras relaciones diarias (aparecen dos en el segundo grupo), mientras que las puntuaciones mayores o iguales que ocho muestran un perfil de intuición social alta (hay un mayor predominio de estas puntuaciones en el primer grupo, un 58% respecto al 27% del segundo). Esta información es especialmente relevante en la acción tutorial.

Más allá de la falta de intuición social, investigaciones recientes han demostrado que un funcionamiento anormal del sistema de las neuronas espejo puede explicar el trastorno social conocido como autismo (Dapretto et al., 2006). Los niños autistas carecen de esa capacidad intuitiva (teoría de la mente) de la que disponemos los seres humanos al nacer, que nos permite atribuir pensamientos o intenciones a otras personas y así predecir su conducta. Pues bien, resulta que técnicas sencillas basadas en la enseñanza de la imitación o en la simulación de juegos permite a niños autistas superar algunas de sus problemáticas sociales (Ingersoll et al., 2007).

Implicaciones pedagógicas

La pregunta que nos planteamos los docentes es qué implicaciones educativas tienen todos estos procesos analizados en nuestro desempeño diario en el aula, teniendo en cuenta todo lo que representamos para el alumno con el que continuamente estamos interactuando. Presentamos, a continuación, un pequeño recordatorio basado en los mecanismos especulares considerados:

Sonríe en clase. El contagio emocional es el precursor de la empatía.
Muestra entusiasmo por tu materia (es una simple cuestión de actitud). El yo y el otro se funden a nivel neuronal.
Sé optimista. El optimismo se puede aprender y así es más fácil conseguir climas emocionales seguros y positivos en el aula.
Ten grandes expectativas sobre tus alumnos. Sus neuronas espejo te lo agradecerán.
Sé comprensivo con determinados comportamientos de tus alumnos. La sabia naturaleza ha querido que el desarrollo de los lóbulos frontales no acabe hasta pasados los veinte años.
Acompaña las explicaciones con gestos complementarios. Facilitan el aprendizaje.
Potencia la autoestima de tus alumnos (sin olvidar la propia). Son y deben sentirse importantes.
Fomenta el trabajo colaborativo en detrimento de la competividad. Las neuronas espejo facilitan que seamos seres sociales.
Habla menos y escucha más. Una forma efectiva de activar las neuronas espejo propias.
En definitiva, ama la profesión más bella (que sí, que es la tuya), ama la vida y, como consecuencia de todo ello, amarás a tus alumnos y serás más feliz.

Conclusiones finales

El descubrimiento de las neuronas espejo ha ido acompañado de una espiral publicitaria en ocasiones desproporcionada. Es cierto que los métodos utilizados en las investigaciones para la visualización cerebral (como las resonancias magnéticas funcionales) no son infalibles y que las neuronas espejo no pueden explicarlo todo, pero lo que no podemos negar es el enorme valor de su descubrimiento. Y si intervienen en procesos relacionados con la interpretación de las acciones, las intenciones, el aprendizaje por imitación, son las precursoras evolutivas de los mecanismos neurales que desarrollaron el lenguaje y, en definitiva, son básicas para explicar las relaciones entre los seres humanos, su importancia desde la perspectiva educativa es indudable.

La excelencia educativa pasa por concretar las finalidades del aprendizaje (ha de ser un aprendizaje significativo, desde y para la vida) y disponer de los conocimientos científicos sobre cómo aprendemos (la base es la neuroeducación). Y en este camino hacia la mejora de la práctica educativa, el papel del nuevo y renovado docente es imprescindible. Sarah-Jayne Blakemore y Uta Frith lo resumen muy bien (Blakemore y Frith, 2007): “En el proceso de aprendizaje, los valores, las ideas y la actitud del maestro ante el aprendizaje podrían ser tan importantes como el material que está enseñando”. Las neuronas espejo lo corroboran.

Jesús C. Guillén

Bibliografía:

1. Ambady, N., Rosenthal, R. (1993): “Half minute: Predicting teacher evaluations from thin slices of nonverbal behavior and physical attractiveness”. Journal of Personality and Social Psychology, 64.

2. Blakemore, Sarah-Jayne, Frith, Uta, Cómo aprende el cerebro: las claves para la educación, Ariel, 2011.

3. Dapretto, M. et al. (2006): “Understanding emotions in others: mirror neuron dysfunction in children with autism spectrum disorders”. Nature Neuroscience, 9.

4. Davidson, Richard, Begley, Sharon, El perfil emocional de tu cerebro, Destino, 2012.

5. Pfeifer, J. et al. (2008): “Mirroring others’ emotions relates to empathy and interpersonal competence in children”. Neuroimage, 39.

6. Goleman, Daniel, El cerebro y la inteligencia emocional: nuevos descubrimientos, Ediciones B, 2012.

5 formas de autoesculpir tu estructura mental

Actualmente se sabe que las neuronas del cerebro tienen una estructura de plasticidad sináptica que modifica la eficacia de la transferencia de la información, lo cual deja huellas en la percepción y construcción de nociones psicocognitivas.
No tiene más de 15 años que la ciencia consideraba que el cerebro alcanzaba un punto de maduración donde las neuronas (y sus conexiones) llegaban a un número fijo. Inclusive se creía que era casi imposible generar nuevas neuronas ante lesiones, enfermedades o abuso de sustancias. Se definió entonces al cerebro como un órgano inmutable cuya estructura, definida por el código genético, tarda en desarrollarse y alcanzar una madurez fija.

Actualmente se sabe que las neuronas del cerebro cuentan con cierta plasticidad sináptica que modifica la eficacia de la transferencia de la información, lo cual deja huellas en la percepción y construcción de nociones psicocognitivas. De modo que esta maleabilidad neuronal permite esculpir constantemente este andamio genético y químico que resulta en creencias, pensamientos, sentimientos, conductas e interacciones con nuestro medio ambiente.
De acuerdo con el doctor Matthew Owen Howard y el doctor Eric Garland, investigadores en el campo de la neuroplasticidad, existen maneras de transformar a la mente, es decir, de autoesculpir la estructura mental para un mejor desempeño integral.
Estas son cinco que puedes intentar:
– El ejercicio regular es una de las alternativas más frecuentes para reducir hasta 60% el riesgo de la demencia. Al caminar, el cerebro construye nuevas conexiones neuronales, las cuales entran en un estado de plasticidad facilitando procesos cognitivos como el aprendizaje.
– El aprendizaje de una nueva habilidad (como la danza, un idioma o un instrumento musical). Para mantener al cerebro en su óptima condición es necesario realizar ejercicios que reten a las habilidades regulares como por ejemplo, el aprendizaje de un idioma, un instrumento o un tipo de danza. Estas actividades activan el núcleo basal, el cual es el responsable de consolidar nuevas conexiones neuronales asociadas con la atención y concentración.
– Practica algunos ejercicios mentales. Conforme se envejece, el cerebro puede encontrar dificultades para registrar y retener nueva información. Por lo que Michael Merzenich, pionero de la investigación de la neuroplasticidad, explica que es ideal entrenar ciertas áreas específicas del cerebro, las cuales se encargan de procesar imágenes y sonidos. A diferencia de los juegos en línea o en periódicos, este tipo de ejercicios requieren de una concentración intensa para resolver combinaciones líricas entre consonantes y vocales a una velocidad sorprendente. Esto ayuda a agudizar las habilidades auditivas y memoriales del cerebro. Inclusive, en NIH a esto se le conoce como Brain HQ.
– Presta atención detallada al sonido de tu voz. Existen voces que son capaces de motivarnos; otras simplemente nos exigen entregarnos a Morfeo. Esto sucede debido a las frecuencias vocales y a la habilidad del orador de escuchar las diferencias sutiles de su propia voz. Por lo que la persona que cuenta con una voz activa y motivante, es gracias a su habilidad superior de escuchar y actuar en función de. Por ello, escuchar atentamente a lo que estás diciendo, al simple sonido (no tanto el contenido), te otorgará la capacidad de refinamiento auditivo y mental.
– Descansa la cantidad de tiempo que tu cuerpo te pide. A la hora de dormir, el cerebro realiza ciertas actividades que permiten la rehabilitación del cuerpo: por un lado, la glía elimina los productos nocivos y tóxicos que se encuentran en el cuerpo; por otro, forma nuevas conexiones neuronales con una mayor consistencia y durabilidad. Realiza un horario donde le brindes a tu cuerpo las horas necesarias para reconstituir sus células.

http://evolucionconsciente.org/5-formas-de-autoesculpir-tu-estructura-mental/

El estado de trance prepara al cerebro para el conocimiento, según un estudio

Propiciaría una reconfiguración de la red cerebral que favorece la integración y la comprensión.

Chamanes de todas las culturas caen en trance como vía para alcanzar conocimiento. Ahora, un equipo internacional de neurocientíficos ha logrado determinar qué sucede en el cerebro humano en este estado. Tres áreas cerebrales vinculadas con funciones cognitivas se activarían, y se desconectaría el procesamiento sensorial. Esta reconfiguración de la red cerebral tendría como efecto un estado de pensamiento favorecedor de la integración y la comprensión, afirman los investigadores. Por Yaiza Martínez.
En general, se considera que «caer o entrar en trance» es un proceso psicológico por el cual un individuo alcanza un estado de conciencia alterado, y desconectado de lo que le rodea.

En muchas tradiciones religiosas, este estado se relaciona con la «iluminación espiritual». De hecho, los chamanes de todas las culturas se autoinducen estados de este tipo como una vía para alcanzar conocimiento.

Aunque este y otros procesos espirituales de la mente humana pueden parecer alejados de la ciencia, el caso es que de un tiempo a esta parte han ido cobrando un mayor interés científico, sobre todo desde el punto de vista de la neurología (la ciencia que estudia nuestro cerebro).

Así, ha surgido, por ejemplo, el campo de la neuroteología, rama de la neurología que, con las tecnologías más punteras de observación del cerebro, explora la actividad de este órgano cuando las personas hacen meditación o practican la oración.

También ha emergido en los últimos años el concepto de neuroespiritualidad, que hace referencia al hecho de que nuestro cerebro sea el que genera las experiencias espirituales, religiosas, numinosas, divinas o de trascendencia.

El cerebro en trance

En este terreno se enmarca una investigación reciente realizada por científicos de la Universidad de Southampton (Reino Unido), de la Universidad de Queen (Canadá) y de la Universidad de Postdam (Alemania), entre otros centros. Sus resultados han aparecido publicados en la revista Cerebral Cortex , que edita la Oxford University Press.

En su estudio, los investigadores analizaron los cerebros de 15 chamanes a los que se intentó inducir un estado de trance con el sonido rítmico de unos tambores, ya que este tipo de sonidos es lo que a menudo usan los chamanes para tal fin.

En esta circunstancia, algunos chamanes entraron en estado de trance y otros no. A continuación, el cerebro de todos ellos fue analizado con exploraciones que duraron ocho minutos. En concreto, los científicos estudiaron la conectividad de las redes cerebrales de todos los participantes.

Tres regiones implicadas

Lo que se constató fue que el estado de trance estaba asociado con una mayor centralidad de vector propio (o mayor conectividad neural) en tres regiones concretas del cerebro: la corteza cingulada posterior (o PCC, que ha sido relacionada con la conciencia humana); el córtex del cíngulo anterior dorsal (que juega un rol en ciertas funciones cognitivas, como la empatía o las emociones), y la ínsula del lado izquierdo (de la ínsula se piensa que procesa la información convergente, para producir un contexto emocionalmente relevante para la experiencia sensorial).

El concepto de centralidad de vector propio –aplicado a cualquier red- es una medida de la influencia de un nodo en una red. Así, los nodos que poseen un valor alto de esta medida de centralidad están conectados a muchos nodos que a su vez están bien conectados. Por eso, los nodos son considerados buenos candidatos para difundir información, divulgar rumores o enfermedades, etc.

En el caso del cerebro, los nodos también constituyen puntos que concentran muchas conexiones neuronales. De hecho, la organización de estas conexiones se produce en nodos densos de interconexión, un tipo de arquitectura de red que, según propusieron Mario Senden, et al. en Neuroimage en 2014) resultaría crucial para la integración de diversas funciones cerebrales.

Una vía cerebral de conocimiento

Además de determinar un aumento de actividad cerebral en las tres regiones mencionadas, los investigadores encontraron que, en aquellos participantes que sí alcanzaron el estado de trance, se produjo una mayor coactivación entre todas esas regiones. Este hecho sugiere, señalan, que se produjo en ellos la ampliación de una corriente neural orientada internamente.

Por último, se constató que las áreas cerebrales vinculadas con la vía auditiva presentaban una conexión reducida, lo que posiblemente indique un desacoplamiento perceptual y la supresión de estímulos auditivos.

En resumen, escriben los investigadores, el trance parece involucrar a redes cerebrales específicas y coactivas, y desconectar el procesamiento sensorial. Esta reconfiguración de la red cerebral tendría como efecto un estado de pensamiento en el que pueden darse la integración y la comprensión, explican.

Otros hallazgos

La investigación de las experiencias religiosas y/o espirituales desde la neurología ha permitido revelar algunos datos interesantes en el pasado. Por ejemplo, estudios con monjes tibetanos y franciscanos, realizados con técnicas de neuroimagen , han revelado que la oración promueve el incremento del fluido sanguíneo en los lóbulos frontales del cerebro, y una disminución del flujo sanguíneo en los lóbulos parietales; y que la experiencia de trascendencia, provoca un alto grado de flujo sanguíneo en las áreas del cerebro relacionadas con la atención, pero un bajo grado de fluidos en la áreas neuronales que conectan la mente con el cuerpo.

También se han encontrado evidencias de que una hiperactividad de las estructuras del sistema límbico que se encuentran en el lóbulo temporal puede provocar conversiones religiosas súbitas o hiperreligiosidad, entre otros síntomas. Esto último se ha descubierto gracias al estudio de personas que padecen epilepsia del lóbulo temporal, como ha explicado el neurólogo Francisco J. Rubia en Tendencias21 .

Referencia bibliográfica:

Hove MJ, Stelzer J, Nierhaus T, Thiel SD, Gundlach C, Margulies DS, Van Dijk KR, Turner R, Keller PE, Merker B. Brain Network Reconfiguration and Perceptual Decoupling During an Absorptive State of Consciousness. Cerebral Cortex (2015).